22 de septiembre de 2010

Tarea #3: Descripción de una casa

Es casi como si la tuviera tatuada en mi recuerdo. La puedo ver cada vez que quiero, lo único que debo hacer es cerrar los ojos. Pero aún así no es suficiente. Aún así sigo cayendo en la tentación de volver.

La casa en sí, no es nada del otro mundo. Una casa de una sola planta, pintada de amarillo. Un amarillo suave, que se ve más amarillo en la tarde que al puro medio día. Sin barrotes, lo que siempre me ha hecho pensar que Arturo es de esas personas que aún tienen fe en los demás.

El jardín, un poco descuidado. Aunque claro, siendo un doctor exitoso como lo es él no se tiene mucho tiempo para cortar el zacate todos los fines de semana. Lo que sí tiene es en una esquina, un árbol de cases, que parece estar ahí desde antes de que la casa le perteneciera.

Al lado derecho de la casa se encuentra un espacio para parquear el carro. Ahí, a la intemperie. El camino, de adoquines, tiene algunos quebrados en las esquinas, pero eso es por el uso.

También del lado derecho se encuentra la puerta principal. De un café oscuro y con un pequeño vitral en la parte de arriba. Como para ver a través de él cada vez que alguien toque la puerta. Y justo donde termina el vitral, hay un clavo, un poco herrumbrado. Ahí debe colgar su corona de pino en Navidad. Estoy segura de que a él le encanta la Navidad.

En la noche, cuando la luz del pasillo ilumina el vitral desde adentro se pueden apreciar mejor los colores. Verde, azul y rosado. Me encanta tratar de encontrar formas en él. Cada noche encuentro una historia diferente.

La casa tiene dos grandes ventanas al frente. Una que da a la sala y otra al cuarto de Arturo. La de la sala deja ver unas cortinas azules que parecen ser muy pesadas, una mesa pequeña y un par de sillones. En la sala también hay un televisor, aunque no puedo verlo. Creo que es el único que hay en la casa porque no son pocas las veces que he visto a Arturo sentado ahí viendo alguna película en la noche. Si tuviera uno en el cuarto probablemente no las vería ahí.

La otra ventana, es la del cuarto, como dije antes. En esa, las cortinas casi nunca están cerradas. Solo a altas horas de la noche, ya cuando él va a dormir. Aunque a veces se va a dormir tan cansado que olvida hacerlo. Se puede ver una biblioteca enorme, llena de lo que asumo son libros de medicina. También se puede ver la cama. Es una cama matrimonial que casi nunca está tendida y un montón de fotos en las paredes que creo que son de sus viajes fuera del país. O por lo menos no son de ningún lugar que yo conozca.

Arturo es un poco desordenado entonces en el piso se puede ver ropa arrugada, y en las mañanas suele correr de un lado a otro del cuarto buscando sus zapatos. Finalmente, al lado de su cama tiene una mesita pequeña y encima de ella una lámpara verde, que suele prender para leer antes de dormir. 

Detalles, detalles, detalles. La supremacía de los detalles 

21 de septiembre de 2010

Tarea #4: Tristeza




Esa imposibilidad de levantarse de la cama. Mantener el pecho pegado a ella porque soy una ciudad entera, construida a base de alas de mariposa. Que al mínimo movimiento se vuelve escombros.

El no abrir los ojos, con tal de que la luz no traspase mi ser y deje ver que no queda nada de él. No tengo huesos, no tengo piel. Ya nada queda. Y simplemente no quiero saberlo.


Escondo esa idea, el recuerdo de lo que ya pasó, la fotografía de eso en lo que me he convertido. La persigo y la guardo en un rincón. Esperando que no crezca, que no escape. Pero sabiendo que es tóxica e inevitablemente manchará mi mente. Pero no será de gota en gota. Es como una plaga, que me persigue, que sabe hacia dónde me dirijo, lo que he hecho y lo que voy a hacer. Se parece más a un marea pensante. De la cual tendré que huir apenas salga el sol.

Pero por mientras aquí estoy, negándola, encerrándola. Aprieto más duro los ojos, tal vez en esos pequeños pliegues que se forman cuando lo hago encuentre un refugio. Un puerto seguro. Una isla desconocida por esa tinta que corre tras de mí. Que inevitablemente logrará alcanzarme. Pronto.

Y en ese afán por no pensar, por no dejarla salir, me doy cuenta de que ya estoy sumergida en ella. Y simplemente me dejo caer. Después de tanta lucha estoy adormecida y mi cuerpo no reacciona. Caigo y caigo en esta niebla oscura, que me envuelve y separa lentamente cada parte de mi cuerpo de su eje central. Desmonta las piezas y cubre mi mente.

Ahora todo es plástico. Falso y vacío. Una gran mentira, sin sentido y sin sabor. Que aparenta ser real, y no lo logra. Nada emana el brillo de la verdad. Nada despide ese calor interno, tan invisible y real a la vez.

Creo que es eso lo que busco, cualquier cosa real. Que actúe como aguja y quiebre esta esfera de ámbar donde quedé atrapada. Alejada esta vez de la realidad. Por tapar un sentimiento le puse piedras al umbral por donde deben pasar todos. Por donde entra la vida.

Sin embargo, algo dentro de mí me recuerda que no estoy lista para dejarlos pasar. Tal vez podría vivir entre castillos de cristal y juguetes viejos. Aquí, en este universo alterno, donde cada día mis ojos le proyectan una nueva película a mi cerebro. Pero caí otra vez en lo mismo, una película. Una representación de la verdad. Vacía de nuevo.

Al cruzar este campo de batalla ya perdí el tacto y el gusto, y una parte del oído. Mi olfato sin embargo es admirable y mi vista se vuelve cada minuto más aguda. Y por los ojos me desangro. Me voy en lágrimas pesadas y viscosas. Las cuales queman mi piel y me desgarran poco a poco. Vuelvo a ser nada. Ya es momento de afrontar las consecuencias. Ya por fin me alcanzó.

Mi pecho está vacío. Por eso lo cubro con lo que encuentre cerca. Pero mis manos no alcanzan, tampoco mis brazos. El hoyo es muy grande. Es muy real para mí.

Alrededor mío todo se cae, se desmorona. Son gajos, podridos y fétidos. Todo es insoportable, inaceptable ante mi vista. El mundo se derrite, cual candela vieja, dejando atrás olor a suciedad. Esto es de lo que siempre huyo. Esto es a lo que siempre temeré.    






Querido observador, a falta de tiempo pero muchas ganas de escribir y ser leída, está entre mis planes subir aunque sean mis trabajos de la u. Cualquier comentario se aprecia.

 Y para seguir observando: Pensar un sentimiento y dejar que éste se apodere de uno. Exprimirle el alma y plasmarlo en papel :) Esas son las nuevas instrucciones.

20 de junio de 2010

Barbero filántropo

A este curioso personaje, tuve la suerte de encontrarlo hace como un mes, en el parque Morazán. Curioso digo porque cuesta encontrar personas que sean así de desinteresadas y ayuden por el simple hecho de ayudar. Claro, como diría mi profesor de teatro, "Ver el acontecimiento no es entenderlo" y es cierto que solo lo vi por unos minutos, pero su acto se veía tan genuino que la verdad pasé un par de semanas sin que la idea se borrara de mi mente.


Querido observador, no piense que para este momento me fui en mis pensamientos y olvidé contarle lo que pasó. Simplemente pienso que a veces un poco de suspenso en la vida es necesario, y a la hora de compartir observaciones, esencial es proveer imágenes claras para que la otra persona pueda apropiarse de la anécdota e incluso adentrarse en ella como si la hubiese vivido.

En fin, una mañana soleada - preciosa de hecho - hace alrededor de un mes, vi a un "borrachillo" sentado en las bancas del Parque Morazán. Lo interesante de la imagen era el "barbero filántropo" como decidí seguir llamándolo. Este tipo, andaba con una gabacha blanca y guantes de látex, pero lo importante aquí no es él, sino la acción que estaba realizando. El barbero había comprado un par de rasuradoras desechables, crema para afeitar, había sacado un vaso de agua y estaba luchando contra el borracho para poder afeitarlo debidamente.


Nada demasiado complicado, pero en definitiva, el acontecimiento gritaba inusual por todo lado. Yo, como todo transeúnte de esa mañana pasé a la par de la escena y seguí mi camino. Pero un par de metros más tarde seguía intrigada y una sonrisa del tamaño de Costa Rica (no, no estoy exagerando) me hizo imposible el dar un solo paso más. Tuve que devolverme y dejar que ese evento se infiltrara en mi aún más. Necesitaba recoger un poco más de eso que estaba sucediendo. 

Al devolverme mi mirada simplemente se perdió en la belleza del acontecimiento y la verdad no pude parar hasta que mi mente dijo: "Estoy satisfecha." (Algo parecido a cuando el estómago indica que no necesita más comida). Me acerqué al barbero filántropo y las palabras de admiración salieron sin pensarlo si quiera. Como si fuese una necesidad soltarlas.

Sin embargo, después de hacerlo noté que era la única que había sacado algo del hecho.Ni una sola persona se dignó a prestar más atención a la escena de la que le prestan a las bolsas de la basura esparcidas por todo San José. De hecho, la gente está tan apurada por salir de ahí, tan asustada por las otras personas y lo que puedan hacerle que no notan nada. 

Y todo esto me lleva a preguntarme:
¿Qué tan fundamentado está nuestro miedo en las personas y valdrá la pena perdernos la esencia de la vida por estar sumergidos en esta paranoia colectiva?



19 de junio de 2010

La primera

Una mirada alternativa, que exalte los detalles y los convierta en el centro de atención. Exprimir la vida y observar cada una de sus gotas por separado, bajo un microscopio. Dejar que cada detalle produzca un mar de sentimientos y las preguntas se abalancen contra su mente y la mía. 
Vamos juntos a poner atención al movimiento del labio del niño que llora en el bus. O tal vez buscarle una explicación a la voz quebradiza de ese vecino que solo ve los lunes por la mañana. Intentemos descifrar por qué prefiere usted el azul y yo el amarillo.
Esas pequeñas cosas (no como en "las pequeñas cosas de la vida que me hacen feliz", aunque claro que esas no las puedo dejar de lado) son las que llenarán poco a poco este espacio. Un espacio dedicado a los detalles que hacen la vida tan perfecta, y que desafortunadamente mucha gente suele olvidar.

Mi ideal: Caminar por San José en medio de verdaderos observadores. Que noten los rasgos que diferencian al chofer de bus del señor que tiene un restaurante. Ver a las personas parar en media Plaza de la Cultura para notar las nubes y sentirse afortunados por estar vivos. Ver a la gente parar unos segundos a disfrutar de un árbol en vez de hacerlo para cerciorarse de que aún llevan el celular en la bolsa del pantalón.

En algunas palabras esto es La Otra Mirada y espero que le guste :)