Es casi como si la tuviera tatuada en mi recuerdo. La puedo ver cada vez que quiero, lo único que debo hacer es cerrar los ojos. Pero aún así no es suficiente. Aún así sigo cayendo en la tentación de volver.
La casa en sí, no es nada del otro mundo. Una casa de una sola planta, pintada de amarillo. Un amarillo suave, que se ve más amarillo en la tarde que al puro medio día. Sin barrotes, lo que siempre me ha hecho pensar que Arturo es de esas personas que aún tienen fe en los demás.
El jardín, un poco descuidado. Aunque claro, siendo un doctor exitoso como lo es él no se tiene mucho tiempo para cortar el zacate todos los fines de semana. Lo que sí tiene es en una esquina, un árbol de cases, que parece estar ahí desde antes de que la casa le perteneciera.
Al lado derecho de la casa se encuentra un espacio para parquear el carro. Ahí, a la intemperie. El camino, de adoquines, tiene algunos quebrados en las esquinas, pero eso es por el uso.
También del lado derecho se encuentra la puerta principal. De un café oscuro y con un pequeño vitral en la parte de arriba. Como para ver a través de él cada vez que alguien toque la puerta. Y justo donde termina el vitral, hay un clavo, un poco herrumbrado. Ahí debe colgar su corona de pino en Navidad. Estoy segura de que a él le encanta la Navidad.
En la noche, cuando la luz del pasillo ilumina el vitral desde adentro se pueden apreciar mejor los colores. Verde, azul y rosado. Me encanta tratar de encontrar formas en él. Cada noche encuentro una historia diferente.
La casa tiene dos grandes ventanas al frente. Una que da a la sala y otra al cuarto de Arturo. La de la sala deja ver unas cortinas azules que parecen ser muy pesadas, una mesa pequeña y un par de sillones. En la sala también hay un televisor, aunque no puedo verlo. Creo que es el único que hay en la casa porque no son pocas las veces que he visto a Arturo sentado ahí viendo alguna película en la noche. Si tuviera uno en el cuarto probablemente no las vería ahí.
La otra ventana, es la del cuarto, como dije antes. En esa, las cortinas casi nunca están cerradas. Solo a altas horas de la noche, ya cuando él va a dormir. Aunque a veces se va a dormir tan cansado que olvida hacerlo. Se puede ver una biblioteca enorme, llena de lo que asumo son libros de medicina. También se puede ver la cama. Es una cama matrimonial que casi nunca está tendida y un montón de fotos en las paredes que creo que son de sus viajes fuera del país. O por lo menos no son de ningún lugar que yo conozca.
Arturo es un poco desordenado entonces en el piso se puede ver ropa arrugada, y en las mañanas suele correr de un lado a otro del cuarto buscando sus zapatos. Finalmente, al lado de su cama tiene una mesita pequeña y encima de ella una lámpara verde, que suele prender para leer antes de dormir.
Detalles, detalles, detalles. La supremacía de los detalles